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/ UN BONITO TELAR LLAMADO PERÚ ( LIMA)
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Bordeando la urbe y rumbo al sur, nos topamos con el bullicioso y colorido Barranco, el barrio bohemio. Música, pintura, arquitectura, gastronomía son elementos que lo están convirtiendo en toda una institución dentro y fuera del país. La caída del sol le da, si cabe, un toque más especial. En el corazón de la vida nocturna, otro pedazo de historia. Juanito ya no está, pero nos queda su taberna donde pasado y presente se sientan en la misma mesa a brindar con una jarra de cerveza. Su fundador, al que hasta hace pocos años se le podía ver dormitando en alguna de las mesas de su local, aprendió el oficio de uno de los Queirolo, un nombre que también suena a mítica taberna. La de los Queirolo es, además, una bodega en la que, entre otras cosas, se fabrica el elixir peruano que no te puedes marchar si probar: el pisco. Con él, se fabrica el pisco sour, un delicioso sorbo ideal para abrir el apetito.
Al final del paseo, el hambre aprieta. La buena noticia es que hemos llegado a Chorrillos, donde podemos comprar un pescado fresquísimo o comerlo ya preparado en alguno de los puestos con hule de flores que rodean el diminuto puerto. Si es la primera vez que estás en Perú, la elección es clara. Cebiche, ceviche o incluso sebiche. Es una de esas delicias que pareciera decirte: "llámame como quieras".
Desde el puerto de Chorrillos hasta el centro de la ciudad, pasando por Miraflores y el circuito de playas, casi no hay un restaurante en Lima que no ofrezca un fresco y delicioso pescado en su carta. Ni el mismísimo Gastón Acurio se habría imaginado que la deliciosa receta peruana iba a convertirse en un reclamo turístico de tal calibre, que hasta se empiezan a ofrecer paquetes turísticos que incluyen clases de cocina peruana para volver convertidos en unos maestros del ceviche, pero también del ají de gallina, las papas a la huancaína y tantas otras delicias que debemos agradecerle al país andino. Lleno, ¿verdad?
Zas! Nada como subir escaleras para bajar una buena comilona. Seguimos a la hilandera por una escalera que parecer infinita. Cuatrocientos sesenta y uno, cuatrocientos sesenta y dos... Debemos estar en Taquile, una de las islas del Lago Titicaca. Los más de quinientos escalones de piedra que hay que subir para acceder a la isla, son la antesala de una estancia de altos vuelos... ( Continuara PUNO)
Fuente: Revista TRAVELER
Articulo: María Eugenia Redondo
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